La Huella Makonnelli

Ser cacao cultor es más que un oficio o una vocación. Es algo que se lleva en la sangre, que viene desde los ancestros. Es una forma de vida que se transmite de generación en generación. Esta huella ancestral hace que los cultivadores de nuestros granos sean unos verdaderos apasionados por el cacao. Para ellos, la historia que corre por sus venas no es sólo la de sus padres o abuelos… es la historia misma de la magia de sembrar y cosechar cacao.

Aunque en un pasado reciente tuvieron que hacer frente a muchos obstáculos, incluyendo la pérdida de cosechas, los cacaos cultores venezolanos han ido retomando el cultivo con energías renovadas, reforestando las plantaciones con nuevas siembras, rescatando así la cultura del cacao de sus antepasados.

En el presente, gracias a la fuerza y al empeño de las nuevas generaciones, Venezuela está volviendo a desarrollar un cacao de primera calidad, y de esta manera se está gestando de una forma coherente la renovación de la cultura del cacao como una importante fuente, no sólo de ingresos, sino también de felicidad para estos dedicados productores.

La huella Makonnelli en el ciclo de vida del cacao

Como es sabido, existen tres grandes variedades de cacao: el forastero, también conocido como “amazónico”; el criollo, que posee sub-variedades muy apreciadas por su calidad y gran sabor como el Sur del Lago o Porcelana –ambas cultivadas en el occidente de Venezuela-; y el trinitario, un híbrido entre el forastero y el criollo.

En cualquiera de sus variantes, el proceso de siembra, cultivo y cosecha del cacao abarca diferentes etapas, cada cual de una importancia especial para lo que se convertirá posteriormente en un grano Premium de origen único, como los que utilizamos en los productos Makonnelli.

En principio, la semilla que se destinará a la siembra se toma de las mazorcas que da el cacaotero como fruto. Estos granos pasan por un proceso de limpieza y en un plazo de no más de tres días después de haber salido del fruto, ya estarán preparados para la siembra.

Al mismo tiempo, la tierra requiere una preparación previa que incluye su desinfección. Las semillas se ponen a germinar en yutes, luego pasan a bolsas que han sido llenadas con la tierra ya desinfectada, para que la planta pueda brotar en un lapso que puede oscilar entre 30 y 45 días.

Una vez que las pequeñas plantas han sido sembradas, el árbol se toma alrededor de dos años y medio para ofrecer sus primeros frutos, lo que dependerá también de las condiciones climáticas y ambientales.

Surgirán así las primeras mazorcas que contienen el deseado grano. De acuerdo con la variedad que se haya sembrado, se puede obtener de cada cacaotero un promedio de 3 a 4 kilos de “almendras” o cacao seco, si se trata de árboles de cacao criollo. En el caso de los forasteros, el promedio puede llegar a poco más de un kilo por planta.

Por lo general, se obtienen dos cosechas al año, una entre enero y abril, y otra hacia los últimos meses del año. Los productores venezolanos también reconocen una posible tercera cosecha, conocida como la “sanjuanera” ya que ésta tiene lugar en junio.

Un elemento vital: condiciones medioambientales

Para crecer de manera óptima, el cacaotero necesita sombra, lo cual es fundamental. Para el sombreo del cultivo se emplean las denominadas especies para sombra, que generalmente son otros árboles frutales intercalados en el cultivo con marcos de plantación regulares. 

Las especies más empleadas son el plátano y el banano para sombras temporales. En cuanto a leguminosas como el bucare y el guamo, estos se utilizan para sombras permanentes.

Si bien los minerales y nutrientes que pueda ofrecer el suelo son también muy importantes, otro aspecto que no se puede olvidar es el de la humedad relativa, igualmente vital. Estas exigencias han hecho que el cultivo de cacao se concentre en tierras bajas tropicales. La conjugación de todos esos elementos determinará la calidad superior del futuro grano.

Una vez que las condiciones climáticas y medioambientales han favorecido la producción de esa semilla de origen único, el toque final lo darán los posteriores procesos de fermentación y secado del grano, que serán los que también influyan en el exquisito sabor que se obtendrá de los chocolates Makonnelli.

El cacao cultor y su saber hacer: una restauración en pleno progreso

Aunque hace algunas décadas se consideraba que el cultivo del cacao en Venezuela había caído en un rango minoritario, actualmente hay un movimiento importante de productores agrícolas que están retomándolo.

Si bien las nuevas generaciones no conocían con detalle la cultura cacaotera que se vivió en este país años atrás, la fuerza ancestral de esta forma de vida nunca desapareció del todo en las zonas de cultivo más tradicionales, razón por la cual el conocimiento sobre el cacao siempre ha estado presente y ahora se ha estado restaurando con mucho ímpetu.

De esta forma, el cacao cultor está ganando nuevamente sus antiguos espacios. Lo más importante, está sembrando no solo el grano que después se convertirá en materia prima de los productos Makonnelli –y por ende, de las más exquisitas creaciones gastronómicas— sino también está propiciando la divulgación de una cultura que cimenta el reconocimiento del cacao venezolano como un producto de altísima calidad, proveniente de una tierra generosa en los frutos que es capaz de ofrecer.

Calidad de vida para el productor

Así mismo, Makonnelli ha identificado que sin ese factor humano tan importante como lo es el cacao cultor, no es posible iniciar toda esta gran cadena que se requiere para la fabricación de sus productos.

El apoyo económico y educativo es necesario para lograr un proceso productivo sustentable. Por ello, uno de los objetivos en el que se ha enfatizado es el de dar formación técnica a los productores, para que, a través del conocimiento y la actualización, se puedan mejorar y expandir las cosechas del cacao.

De este modo, Makonnelli ha cuidado mucho el no perder de vista la parte más maravillosa que hace posible todo el viaje del cacao desde la tierra hasta el paladar del consumidor: la gente.

Al final, de lo que se trata es de desarrollar una actividad y una forma de vida que puedan traer crecimiento económico, mejoramiento en la calidad de los procesos y los productos, y afianzar el prestigio internacional del país como productor de cacao Premium.

En definitiva, Makonnelli quiere hacer realidad lo que hoy es un potencial extraordinario: realzar al cacao cultor venezolano como un especialista de alta valía, no sólo por la experticia técnica que pueda llegar a tener, más aún por la pasión que pueda demostrar para trasladarnos esa huella ancestral de aromas y sabores únicos.

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